Llevamos semanas en estado de alarma nacional. Y los docentes también, pero con peculiaridades que me gustaría reseñar en este artículo.
Hace semanas sonó la alarma como cuando suena el timbre al final de cada clase. Pero no era lo mismo. Recogimos nuestros bártulos, recursos, materiales, estilos y rutinas de la educación presencial y nos vimos obligados a pertrecharnos en una habitación con un ordenador y convertirnos en expertos en educación on-line. Convertirse en experto de un día para otro, en cualquier cosa, no es una espectativa real, es una utopía.
De forma abrupta nos encontramos solos. Más solos que la una, delante del ordenador y sin saber muy bien cómo dar clase a los cientos de alumnos que cada profesor atiende de forma grupal, hora tras hora, día tras día, en las aulas de la escuela y que ahora estaban cada uno en su casa. Y saltaron todas las alarmas, todas las preguntas. ¿Qué hacemos?, ¿por qué?, ¿cuándo?, ¿con quién? y se sintetizaron en una sola : ¿y cómo lo hacemos?. Y la Ministra nos dijo….pues haciéndolo. De esa forma disimulada y pedante que tienen nuestros gobernantes de decir “apañaros como podáis”.

El docente, todos los docentes, se caracterizan por una cualidad, que es independiente de pueblo, provincia, nivel, estilo y tipo de escuela, colegio o facultad. Se caracterizan por querer lo mejor para sus alumnos. Así establecieron distintas y diversas soluciones y acciones de urgencia.
Los mal llamados “tradicionales” buscaron reproducir el modelo presencial: explico, mando tareas y evalúo. Los mal llamados “innovadores” buscaron sacar el máximo rendimiento a sus herramientas tecnológicas y a sus ideas pedagógicas. Pero pasados los días aparecieron problemas en ambos modelos. La inspección apretaba las tuercas y demandaba informes de cuántas y qué tareas mandábamos. Maldita obsesión por la tarea.
Y cual submarino, las luces rojas parpadeaban sin parar bajo el zafarrancho de combate, sin ver al enemigo, con el sonar encendido y esquivando torpedos. Los torpedos venían de la administración y de las familias. Una pedía más tensión, los otros que relajáramos el ritmo. Pero las cargas de profundidad las oíamos caer desde la superficie y aguantabamos la respiración esperando la detonación. Se hacían notar la brecha social y la brecha digital de nuestro alumnado y sus familias. Las débiles competencias digitales de gran parte del profesorado y la escasez de medios. Unos más favorecidos, otros muchos, desfavorecidos. Constatábamos nuevamente, pero de forma urgente y grave, que el sistema educativo español es un conjunto de remiendos mal hechos en todos los aspectos, las leyes, los recursos, las intenciones escondidas….

Pero los profesores de este pais, no dieron nada por perdido y todos se pusieron, como casi siempre, a solventar problemas ellos solos. Aumentaron de forma exponecial los foros en Twitter compartiendo materiales, los canales de Youtube subian diariamente cientos de tutoriales de tecnología docente, se llenaban los webinars para explicar la funcionalidad de herramientas digitales, los MOOC sobre e-learnig estaban overbooking. Todos ayudando y arrimando el hombro y todos sufriendo las diferentes consecuencias de la pandemia en sus carnes, en sus familias, en sus amigos y en sus colegios y entornos educativos. Como todo el mundo.
Pasamos a la formación, la de urgencia, porque quizá la permanente la habíamos descuidado desde tiempo atrás. Usamos las videoconferencias para organizarnos, corregir desajustes, idear soluciones y para vernos, porque nos echábamos de menos. Y las vacaciones han servido para seguir preparando lo que se nos viene encima. En estas semanas he conocido un #claustrovirtual inmensamente bueno y generoso en las redes, no solo español, también sudamericano y estadounidense, por supuesto Europeo, que regalaba lo que tenía porque todos queríamos lo mejor para nuestros alumnos, por encima de gestiones equivocadas de los gobiernos. Trabajar en red, en equipos multidisciplinares e internacionales es parte de nuestro futuro.
Y tras jornadas de intensidad desmedida , empezó a nacer otra idea de mayor vigor, calado y trascendencia. La clave no estaba en mejorar las clases online y las dichosas tareas, la clave estaba en descubrir que no es época de contenidos, sino de competencias, no es tiempo de evaluaciones, sino de acompañamiento. La clave está en contactarles para preguntarles cómo están ellos y sus familias. Porque la figura del maestro no tiene sentido sin el cuidado de su discípulo.

Nuestros alumnos, de la edad que sean, están aprendiendo de la vida una de las mayores lecciones, la de la entrega, la de la vocación, la de la solidaridad. Están aprendiendo a gestionar sus emociones, a convivir con sus familias, a colaborar. Se están descubriendo.
Se están enfrentando a la vida y a la muerte, en su entorno o fuera de él. Escuchan y leen las noticias. Descubren el valor de lo que tienen, sea mucho o poco, visualizan realidades distintas a las suyas. Aprenden de biología y sanidad con solo ver la televisión, de estadística, del máldito pico de la curva, de la logaritmica y de cómo aplanarla. Sus competencias digitales han crecido más allá de Whatsapp, Tik Tok e Instagram, e incluso las han usado para generar mensajes de ilusión y alegría como solo ellos saben. La economía se abre paso en su conocimiento porque muchos la ven deteriorada en casa.
Seguimos, a pesar de todo, intentando conciliar ambas ideas. Preocuparnos y ocuparnos de todos y cada uno de nuestros chicos y chicas. Sin olvidarnos de cuidar a nuestras familias y a nosotros mismos. Estoy convencido de que no vamos a ser los mismos cuando la situación mejore, seremos mejores docentes, con una mirada distinta, más competentes y capacitados para solventar los problemas educativos que hemos descubierto durante este estado de alarma. Gracias a todos los docentes, profesores y maestros del mundo por vuestro inmenso trabajo en tiempos tan difíciles.
Y gracias a todas las personas que educan en los colegios sin entrar en las aulas, al personal de administración y servicios, a los informáticos, al personal de limpieza, a los cocineros y cuidadores de comedores, a los entrenadores, a los profesores de extraescolares. Muchos viven con angustia esta situación porque ha supuesto la perdida de su trabajo y nos acordamos de todos ellos. Sin ellos los colegios tampoco funcionarían.
“Son los momentos de dificultades los que nos definen. Cómo las resolvemos es lo que importa. Seguimos vivos porque no nos rendimos.”
Adaptación libre de una frase de película.
Genial David. Cómo docente, me encuentro perfectamente retratada en tu relato. Para enmarcar y enviárselo a toda la comunidad educativa de todos los centros, y sobre todo, a las administraciones…están más perdidos que nosotros, que ya es decir. Y felicidades por tu prosa viva, valiente y certera.