Un Recurso Limitado y Valioso
En la entrada de hoy quiero desarrollar un tema que me parece crucial para el éxito educativo: el valioso tesoro que es el tiempo de clase. Imagina cada hora como una moneda de oro, y que nuestra responsabilidad es gastarla con sabiduría para cosechar los mejores frutos del aprendizaje de nuestros alumnos. Y esta reflexión va dirigida a las dos caras de la moneda, alumnos y profesores.
¿Alguna vez te has detenido a pensar en cómo distribuimos y usamos ese precioso tiempo? Es fácil, por cómoda, caer en la rutina de las lecciones magistrales, donde el profesor es la estrella y los alumnos meros espectadores. Pero, ¿y si te dijera que cada minuto podría ser una oportunidad para convertirte en el arquitecto de tu propio conocimiento?
Imagina un aula donde tú, como estudiante, eres el epicentro. Un lugar donde el profesor no es solo un transmisor de información, sino un guía experto que te lleva de la mano hacia la exploración y el descubrimiento de tus propias habilidades y competencias y la adquisición de los conocimientos. ¿No sería emocionante sentirte protagonista de tu aprendizaje?
Llegados a este punto en la reflexión se nos abre una oportunidad y una obligación de no pasar por alto la importancia de la inclusividad. ¿Cómo podemos asegurarnos de que cada estudiante, independientemente de sus capacidades o desafíos, se beneficie al máximo de cada hora de clase? Y es aqui donde la metodología activa y la adaptabilidad del profesor entran en juego. Transformar el aula en un espacio donde la diversidad no sea solo tolerada, sino celebrada, y donde cada voz tenga la oportunidad de ser escuchada. Cada uno con su espacio de crecimiento y aprendizaje cobijados por una metodología llena de oportunidades y formas de aprender.

Y este cambio de paradigma no solo beneficia a los alumnos. Para los profesores, cada clase se convierte en un lienzo en blanco para observar y comprender a sus estudiantes. Es un espacio donde la evaluación formativa se convierte en una herramienta poderosa, moldeando la enseñanza según las necesidades individuales.
Este tipo de evaluación es un faro que ilumina el camino hacia un aprendizaje más profundo y significativo. En lugar de depender únicamente de los exámenes tradicionales, la evaluación formativa se convierte en una brújula que guía tanto al profesor como al estudiante. Observar el progreso en tiempo real, identificar áreas de mejora y ajustar la enseñanza en consecuencia se convierte en la clave para desbloquear el potencial individual de cada alumno.
Sé que vivimos en tiempos de crisis educativa, con agendas llenas de actividades deportivas, familiares y sociales. Con gurús educativos por doquier, de los que no han trabajado horas y horas y día tras día con niños y jóvenes en el aula y tienen la costumbre de decirnos que todo es al revés que todo lo hacemos mal y que todo tiempo pasado fue mejor.
Pero, precisamente en este torbellino mediático, el tiempo de clase se vuelve más valioso que nunca. Cada minuto es una inversión en el futuro de nuestros alumnos. Y habrá que leer, dibujar, pensar, usar tecnología, debatir, experimentar, dialogar, hacer esquemas, bailar, correr y reír mientras aprendemos. Porque todo suma, de todo se aprende, con todos construimos, de nada podemos prescindir.
Y un alumno y un profesor que salen agotados de clase es la mejor prueba de que lo ha sucedido dentro ha merecido la pena. Y las notas serán lo menos importante del proceso porque el verdadero objetivo final de cada hora y de cada clase es aprender y no cuantificar lo que uno sabe o cómo uno aprende. Eso lo haremos luego, con tantos datos y experiencias será fácil. Porque el mundo y la educación están en proceso de cambio. Súmate al cambio cambiando tus clases.
Hay tres tipos de personas en el mundo: los que hacen que las cosas ocurran, los que ven cómo ocurren las cosas y los que se preguntan qué ocurrió.
N. Butler